miércoles, 27 de junio de 2018

MISSA IN QUACUMQUE NECESSITATE


MISA EN CUALQUIER NECESIDAD


I. Misterio

El formulario de misa que hoy estudiaremos está inscrito en el misal romano con un título muy abierto que permite un amplio uso del mismo. Los cristianos tenemos una gran necesidad de acudir a Dios en toda circunstancia, sobre todo, en las más complejas situaciones para que Dios, el Todopoderoso, pueda ayudarnos y, al menos, darnos la claridad de mente necesaria para resolverlos de la mejor manera posible.

En este sentido, es muy necesaria y, perfectamente, válida, la oración de petición. Veamos cómo la trata el Catecismo de la Iglesia en su parte cuarta (CEC 2629-2633).

En primer lugar, la oración de súplica o petición nos hace tomar conciencia de nuestra relación con Dios: «por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él» (CEC 2629).

El origen de la petición cristiana lo hallamos en lo que san Pablo llama el gemido: el de la creación “que sufre dolores de parto” (Rm 8, 22), el nuestro: “espera del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rm 8, 23-24), y, los “gemidos inefables” del propio Espíritu Santo que “viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).

La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición. Es el comienzo de una oración justa y pura. Así, tanto la celebración de la Eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón, que se centra, primeramente, «en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús» (CEC 2632).

El catecismo, también, nos recuerda que hay una jerarquía en las peticiones: 1. El Reino; 2. Lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida, pues, al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino. Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Así, el apóstol Santiago (cf St 1, 5-8) y san Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5, 17-18), precisamente el objeto que viene a dar cumplimiento estos formularios litúrgicos.



II. Celebración

La página del misal que hoy analizamos nos ofrece tres formularios de oración para orar a Dios en cualquier necesidad. Esta misa está sujeta a las normas generales para las misas “ad diversa” y puede completarse con la cuarta plegaria eucarística para las misas por diversas necesidades. Los títulos que aparecerán encabezando cada formulario han sido asignados por nosotros, recogiendo la síntesis del conjunto de oraciones. Los ornamentos pueden ser blancos o del color propio del tiempo litúrgico en que se empleé.

Formulario A: En la tribulación y tristeza

La oración colecta, de nueva creación, considera a Dios con tres facultades que benefician al hombre: “descanso en la fatiga”, “apoyo en la debilidad”, “consuelo en el llanto”. Del mismo modo, se apela a la misericordia divina ante la tribulación del pueblo de Dios por el castigo de sus pecados. Esta oración ofrece una síntesis sobre la bondad de Dios respecto del hombre.

La oración sobre las ofrendas, de nueva incorporación, siguiendo la línea teológica de la oración anterior, se implora la protección divina para que el hombre, a pesar de los pecados que lo tribulan, no pierda el favor de los dones eternos.

La oración para después de la comunión está tomada del misal romano de 1570[1]. Esta oración pivota sobre tres palabras: “alivios-salvados-auxilios”. Los auxilios divinos, esto es, los sacramentos, sirven de alivio para el hombre atribulado y salvación frente a los pecados.

Los textos bíblicos asignados a este formulario son: para la antífona de entrada se ofrece un verso tomado del Sal 37, 39s.28 donde se nos invita a la confianza en Dios a quien podemos invocar en cualquier situación porque sabemos que nos oirá. Para la antífona de comunión se ha asignado Mt 11,28 en que Jesús nos llama entorno a sí para descargar en Él nuestras fatigas.


Formulario B: En la aflicción y angustia

Es un formulario de nueva creación. La oración colecta describe una situación angustiosa para el hombre por eso, en esta situación de “aflicción” y “fatiga”, necesitamos que la gracia providente de Dios nos confirme en la fe. La oración sobre las ofrendas recoge un filón teológico sobre la doctrina del sufrimiento: transformar el dolor en ofrenda a Dios. La oración para después de la comunión contiene un aspecto generoso en el dolor propio: la capacidad de preocuparse por los demás olvidándose de una mismo y sus fatigas propias.

Los textos bíblicos asignados a está formulario son: para la antífona de entrada, el Sal 43,27 nos ofrece una súplica imprecativa a Dios para que tenga misericordia de nosotros. Para la antífona de comunión, el pasaje de Jn 16, 23-24 nos invita a pedir lo que necesitamos a Dios con toda la confianza del mundo.


Formulario C: Ante los males espirituales

La oración colecta está tomada del misal romano de 1570[2]. El hombre esta, constantemente, asediado por la tentación del demonio, que supone, siempre, un peligro para su alma, por eso es necesaria la asistencia de los sacramentos para evitar el pecado y ser salvados.

La oración colecta alternativa, tomada también del misal romano de 1570[3], siguiendo la misma línea teológica de la oración anterior, la tentación y los ataques del demonio no son otra cosa que una contaminación diabólica que debemos evitar y combatir para mejor seguir a Jesucristo.

La oración sobre las ofrendas es de nueva creación. Nuestros pecados nos castigan por lo que la misericordia de Dios es lo que más necesitamos en esta vida.

La oración para después de la comunión toma la primera parte (“Te pedimos, Señor,…pasión de tu Hijo”) del misal romano de 1570[4], mientras que el resto es de nueva creación. La gran reconciliación del hombre con Dios y el perdón de sus pecados se ha efectuado por la Pasión y muerte de Jesucristo, su sacrificio en la cruz es el único y eterno sacrificio de reconciliación y de paz de tal manera que al pedir el perón para sus verdugos, y por ende para nosotros, apartó de nosotros la ira divina.

No tiene textos bíblicos asignados por lo que para las antífonas de entrada y comunión pueden usarse la de los formularios anteriores.

III. Vida


            Muchas son las situaciones, complejas situaciones, por las que pasamos a lo largo de la vida. El triple formulario que el misal nos propone para hacer oración pretende reflejar, a rasgos generales, esas circunstancias en las cuales se pone a prueba la resistencia, la fe y la paciencia del hombre pero que redundan en éxito si las pasamos de la mano de Dios. Veamos estas coyunturas humanas siguiendo los títulos que hemos dado a los formularios.

En la tribulación y tristeza: revisten un aspecto externo en la vida de las personas. Son situaciones y factores ajenos al hombre, o al menos, no provocados por él, que sin embargo le afectan y modulan su conducta, sus decisiones, sus afectos o su persona. La tribulación golpea con fuerza la vida de la gente, pero lo importante, en estos casos, es no tomar decisiones precipitadas. En estos momentos, Dios es nuestro único apoyo, nuestro único solaz y nuestro único consuelo; y es, precisamente, esta certeza moral y espiritual, la que debe invitar al hombre a cifrar su vida en Dios y poner todos sus problemas en sus manos. 

En la aflicción y angustia: situaciones anímicas internas que el hombre padece como consecuencia de causas externas adversas a él. Son momentos de zozobra, de temor en que el hombre necesita, con más motivo, de la ayuda y el consuelo de la gracia divina. El hombre corre el riesgo de ahogarse en sus propios problemas; de ofuscarse en su lamento hasta el punto de no ver solución y salida a su situación existencial. A veces, podemos experimentar fatiga por tanta contradicción, pesadez y hastío que provocan en nosotros una decepción tal que nos quita las ganas de vivir. Toda esa amargura y sufrimiento interno que nos aflige podrá ser convertido en una ofrenda agradable y acepta por Dios con la ayuda de la gracia. Por eso, no podemos de cansarnos de invocar la gracia divina para no sucumbir a la amalgama pesimista que se adueña de nosotros.


Ante los males espirituales: como criatura salida de las manos de Dios, el hombre se encuentra en medio de una batalla que comenzó desde el origen del mundo, siendo el blanco de los ataques del diablo ya que éste se enfrentó a Dios por negarse a reconocer la dignidad del hombre y estar a su servicio. Toda la estrategia diabólica consistirá en intentar apartar al hombre del amor de Dios contaminándolo con toda clase de tentación y pecado, acusándolo ante Dios para que la cólera divina se dirija sobre él. Es pues muy necesario que, ante el asedio de Satanás, el hombre se mantenga firme en el espíritu confiando en Dios e invocando su auxilio en la batalla; especialmente, será muy necesario recurrir a san Miguel, general del ejército de los ángeles. Aun así, lo que nunca deberemos hacer es desesperar del amor misericordioso de Dios, porque cuando esto ocurre, entonces la batalla está perdida. No. Nosotros somos hombres y mujeres de esperanza firme en Dios, nuestro único Señor.

Dios te bendiga







[1] MR1570[1063] Dominica XI post Pentecostem
[2] MR1570[406] Dominica IV post Epiphaniam
[3] MR1570[183] Dominica XVII post Pentecostem
[4] MR1570[1142] Orationes ad diversa 13. Pro quacumque tribulatione.

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