sábado, 19 de mayo de 2018

SE LLENARON DEL ESPÍRITU SANTO....Y HABLARON


HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS



Queridos hermanos en el Señor:

            Ponemos hoy punto y final al tiempo de Pascua. Cincuenta días de gozo y júbilo intenso por la alegría que da el saber que nuestro Señor ha vencido a la muerte y vive eternamente. Pero aún más alegría da el tener la certeza de que, sentado a la derecha del Padre, en lo más alto de los cielos, Él intercede por nosotros y nos asegura la perenne efusión del Espíritu Santo.

            Y aquí es, precisamente, donde nos encontramos: en el envío del Espíritu Santo por parte del Padre y del Hijo para dar vida y eficacia a todas las acciones de la Iglesia bien sean litúrgicas, bien sean apostólicas, caritativas o asistenciales. El Espíritu Santo esta en todo, lo impregna todo y lo aviva todo. Nada hay en la comunidad de los discípulos de Jesús que no esté inspirado, acompañado, sostenido y culminado por la eficacísima fuerza y auxilio del Paráclito.

            De esta manera, la Iglesia vive inmersa en un continuo Pentecostés que, como hace dos mil años, hoy sigue llenando a los cristianos de Espíritu para hablar y proclamar el mensaje de Salvación legado por nuestro Señor Jesucristo.


En primer lugar, hoy como ayer, queremos llenarnos de la acción del Espíritu Santo y sentir los efectos de su amor. Necesitamos el Espíritu de unidad para crecer y vivir la comunión con Dios y con el prójimo. La unidad, que es signo del amor cristiano, solo puede ser real cuando está habitada por los frutos del Espíritu, que nos ha recordado la Carta a los Gálatas: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Es el Espíritu de la Verdad plena que, trabajando en nuestra alma, va sembrando en nosotros el gusto por la Verdad; gusto que nos impulsa a buscarla denodadamente para hacer de ella el principio motor de nuestra vida. El Santo Espíritu hace arraigar la Verdad en nuestra conciencia, en nuestro corazón y a la puerta de nuestros labios para hablar y dar testimonio de la misma.

Para hablar y testimoniar ¿qué decir? ¿De qué hablar? En primer lugar, la efusión del Espíritu Santo nos mueve a bendecir a Dios por toda su obra creadora, redentora y santificadora. El hombre debe aprender a bendecir a su Señor y Dios por todo cuanto existe y hace por él. En segundo lugar, nos dice la Escritura que nadie puede decir “Jesús es Señor” si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Pues bien, esto es lo que principalmente debe decir el hombre y mujer imbuidos del Espíritu Santo: que Jesús es el Señor, el rey de la Gloria, el alfa y el omega, principio y fin de todo lo que existe, ha existido y vendrá a la existencia. El Espíritu Santo es el principio de toda predicación apostólica y de toda proclamación kerigmática. Porque es, precisamente, el Paráclito el que posibilita el oído de los habitantes de todas las naciones de la tierra para entender el mensaje de salvación.

Así pues, queridos hermanos, renovemos este Pentecostés nuestra fe en Dios, abramos nuestro corazón a la acción suave del Paráclito para que sus dones hagan fecunda nuestra vida en buenas obras, frutos del Espíritu. Recordemos que solo llenos del Espíritu Santo podremos pertrecharnos al mundo como testigos verdaderos del Resucitado para proclamar, a todas las naciones de la tierra, las maravillas que ha hecho por los hombres y solo en Él podemos hallar salvación. Así sea.

Dios te bendiga

No hay comentarios:

Publicar un comentario