miércoles, 5 de julio de 2017

TIEMPO ORDINARIO (PER ANNUM)




«Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos […]. Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse» (Hch 1, 14. 2, 1-4).

Debido a las anteriores catequesis dedicadas a la ordenación episcopal, presentamos ahora el icono del Tiempo Ordinario del actual misal. Como en ocasiones anteriores, será el profesor don Ismael Pastor, licenciado en catequética y director del secretariado diocesano de infancia y de catequesis, quien vuelva a ayudarnos a comprender los distintos tiempos litúrgicos desde las ilustraciones de la III edición del misal romano en lengua española.  

Descripción de la ilustración

La ilustración del tiempo ordinario (Página 379 del misal), nos muestra el momento de Pentecostés. Los doce apóstoles mirando en todas las direcciones posibles, en el centro la figura de María, con los brazos abiertos y sobre ellos las 13 lenguas, como llamas de fuego, descendiendo sobre ellos.


Análisis mistagógico

Si habíamos dicho que el primer criterio al contemplar las ilustraciones era el cristocéntrico, esta parece contradecirnos. Sin embargo contemplar Pentecostés desde una perspectiva meramente pneumatológica supone cercenar notablemente su significado. No asistimos tan sólo a un descenso del Espíritu, sino que contemplamos el nacimiento de la Iglesia, Cuerpo de Cristo y templo del Espírito Santo. Es por ello que esta ilustración está situada como portada del tiempo per annum.

Este tiempo nos ayuda a contemplar la presencia del Señor en el camino de la Iglesia, mostrando el tiempo cristiano, cualquier momento, cualquier día, como referido al misterio de Cristo y a la historia de la salvación. Cada día, especialmente en la celebración de la Eucaristía, supone la participación cotidiana de la Pascua.  La Iglesia, Cuerpo de Cristo: los apóstoles de pie, con sus rostros iluminados, sobre los que se posa la llama del Espíritu, con sus nombres, con su humanidad sobre la cual aletea el Espíritu de Jesús, son la Iglesia, visible y humana. Ellos son llamados a continuar con su misión.

 La consagración del Espíritu es lo que faltaba a los discípulos para ser el Cuerpo de Jesús. Por eso ahora reciben la misma vida, la misma energía vital que estaba en él. Los apóstoles, testigos y enviados, serán la palabra y voz de Cristo, mano que bendice y perdona, pie que se cansa en el camino de la evangelización. Cada uno de ellos y todos juntos (LG 7). Porque este Cuerpo, tal y como se muestra en la ilustración, es la comunión de personas, su unidad. El Espíritu es quien ha consagrado a las personas en la Iglesia y da fuerza divinizadora a sus actos: a la palabra para que sea anuncio salvífico, a los signos, para que sean sacramento.  

La Iglesia templo del Espíritu: el cenáculo es el nuevo templo, consagrado por la celebración del memorial de la Pasión en la última cena; iluminado por la presencia del Resucitado, es el lugar de la Palabra y de la fracción del pan hecha desde el misterio Pascual; es la nueva y definitiva manifestación de la gloria de Dios en la teofanía de las lenguas de fuego de Pentecostés. Pero en el cenáculo no se pone la atención en el lugar como tal, sino en los que hacen el cenáculo. Los discípulos son el templo y en ellos habita el Espíritu Santo como en su definitiva morada. La Iglesia es la casa del Espíritu.

  La Virgen María, madre y modelo de la Iglesia: en el icono de Pentecostés la Virgen está presente en medio de los discípulos. María es discípula con los discípulos, apóstol con los apóstoles, porque ella ha seguido al Maestro y será con los discípulos como un cofre que encierra los recuerdos más íntimos de las palabras y de los gestos de Jesús, testigo de su resurrección, es la primera fuente a quien los discípulos interrogan para saber más acerca de su Hijo. En su centralidad en la imagen aparece como Madre de los discípulos y eje de la Iglesia que es templo, porque en su corazón ha resonado con intensa conmoción el gemido del Espíritu. Rostro femenino de la Iglesia no representa su jerarquía, sino que transmite a la Iglesia su identidad y su testimonio: ser Santa por el Espíritu que se le ha dado en Pentecostés, el Espíritu Santo y santificador, enviado por Jesús a perfeccionar su obra hasta su última venida.

Dios te bendiga

No hay comentarios:

Publicar un comentario