miércoles, 1 de noviembre de 2017

5. MISA PRO CONCILIO VEL SYNODO


MISA POR EL CONCILIO O EL SÍNODO


I. Misterio

En los últimos post hemos hablado del Papa, del obispo, de cómo se elige un Papa y de cómo se elige un obispo; ahora vamos a tratar sobre una forma de ejercer el gobierno en la Iglesia: se trata de una forma colegial que puede revestir diversas categorías según sean sus sujetos, esto es, el Concilio y el Sínodo.

1. El Concilio

            Es una institución de gobierno que ocupa un lugar eminente en la historia de la Iglesia. Según la común opinión, el primer concilio fue celebrado en Jerusalén, en torno al año 49 (cf. Hch 15). En los primeros siglos, las palabras concilio o sínodo designaban lo mismo. Los concilios pueden ser de tres tipos[1]:

1. Concilio ecuménico: reunión asamblearia del Papa (bien él o bien su representante) con los obispos del mundo entero. Se llaman ecuménicos no por su número de participantes sino por la recepción universal de sus decisiones.

2. Concilio provincial: cuando se reunían los obispos de las antiguas provincias romanas, pero hoy sería de una provincia eclesiástica bajo la presidencia del metropolitano. No son usuales.

3. Concilio nacional: reuniones de obispos convocadas por un rey que tenía por objeto la congregación de los obispos de una nación o de su reino. Estos concilios equivaldrían hoy a las conferencias episcopales.

Elaborar la historia de los Concilios excedería al propósito de nuestro trabajo pero creo que puede ser interesante, sobre todo para el lector menos informado, presentar una somera lista de los Concilios ecuménicos[2]:

Ciudad del Concilio
Año
Tema y doctrina
Nicea
325
Consustancialidad del Padre y del Hijo.
Constantinopla
381
Divinidad del Espíritu Santo.
Éfeso
431
Maternidad divina de María.
Calcedonia
451
Dos naturalezas en la única persona de Cristo.
Constantinopla II
553
Fijación de cinco patriarcados de la Iglesia.
Constantinopla III
680-681
Dos voluntades de Cristo.
Nicea II
787
Doctrina del culto a las imágenes.
Constantinopla IV
869-870
Puso fin al cisma de Focio.
Lateranense[3] I
1123
Sancionó el concordato de Worms.
Lateranense II y III
1139
Sancionó la herejía cátara y albigense.
Lateranense IV
1215
Entre otros, la transubstanciación.
Lyon I
1245
Enfrentamiento entre el papa Inocencio IV y el emperador Federico II.
Lyon II
1274
Quiso la unión con los griegos y fin del cisma de Oriente
Vienne
1311-1312
Presiones del rey Felipe el Hermoso de Francia para la extinción de los Templarios.
Constanza
1414-1418
Puso fin al cisma de occidente.
Basilea
1431-1449
Derivó en conciliábulo sin legitimidad.
Florencia
1439
Concilio unionista con los griegos por la bula Laetentur Caeli. Pero no se consiguió la unión definitiva.
Lateranense V[4]
1512-1517
Disciplina eclesiástica
Trento
1545-1565
Reforma de la Iglesia frente a la herejía luterana.
Vaticano I
1869-1870
La relación fe-razón y la infalibilidad del Papa.
Vaticano II
1962-1965
Puesta al día de la Iglesia. Un Concilio eminentemente pastoral.



2. El Sínodo

El Código de Derecho Canónico define un sínodo con estas palabras: “asamblea de sacerdotes y de otros fieles escogidos de una Iglesia particular, que prestan su ayuda al Obispo de la diócesis para bien de toda la comunidad diocesana” (cf. c. 460). Etimológicamente, esta palabra es de origen griego, formada por la unión de dos palabras: la preposición “sýn” (= con) + el sustantivo “odon” (= camino), esto es, camino conjunto o caminar junto a otro. Es una de las instituciones eclesiales de gobierno más antiguas de la Iglesia. Nacen en el momento en que los concilios provinciales dejan de celebrarse, alrededor del s. IX. Al principio eran presididos por los obispos, quienes se reunían con el clero y abades, aunque pronto comenzaran a estar tutelados por laicos de la nobleza territorial.

Un sínodo no tiene fuerza legislativa. Siembre tuvo una índole consultiva, un órgano para un mejor gobierno del obispo, quien es el único que puede convocarlo cuando las circunstancias lo aconsejen, tras haber oído al consejo presbiteral (cf. c. 461). Una vez convocado e inaugurado, todas las propuestas se someterán al libre discusión de la asamblea sinodal (cf. c. 465). Una vez aprobadas y admitidas y confirmadas por el obispo diocesana, único legislador (cf. c. 466), se trasladarán las decisiones a instancias superiores (metropolitano, Conferencia episcopal) para su conocimiento y aprobación (cf. c. 467). Si una sede quedara en sede vacante, los trabajos del sínodo se interrumpirían hasta que el nuevo obispo decidiera continuarlo o no (cf. c. 468).

II. Celebración


Analicemos, ahora, el formulario de esta misa. En primer lugar, destacamos que se ofrecen dos oraciones colectas alternativas (que examinaremos a continuación), más las oraciones sobre las ofrendas y la de postcomunión. En segundo lugar, esta misa solo puede celebrarse lícitamente cuando la Iglesia se encuentra en estado de Concilio o de sínodo siempre que no sea ningún domingo de Adviento, Cuaresma, Pascua o solemnidades. Para esta misa, el formulario indica usar el prefacio II del Espíritu Santo con lo cual debe ir acompañado de las plegarias eucarísticas I, II o III. Pero también puede usarse la plegaria I para diversas necesidades. Esta misa se hace con ropas del color del día (morado, verde o blanco).

Respecto de las oraciones colectas que se ofrecen hemos de indicar que la colecta A es de nueva creación y está centrada en impetrar los dones del Espíritu Santo para que las resoluciones de las asambleas conciliares o sinodales sean conforme a la voluntad de Dios y sean aceptadas por el pueblo como tales. La colecta B, por el contrario, está ya en la tradición litúrgica precedente[5] aunque actualmente ha sido matizada en algunas de sus expresiones. En este texto se recuerda que es Dios quien cuida y gobierna al pueblo y que el concilio o el sínodo no es otra cosa sino un acto de gobierno que debe estar asistido por los dones del Espíritu Santo, y que el fin de estas sesiones no es otro que el de conducir al pueblo a la verdad y a la santidad. Es una oración cuyo sustrato bíblico es 1Tim 2, 4 “…y lleguen al conocimiento de la verdad”.

La oración sobre las ofrendas es de nueva creación y pide la la luz del Espíritu Santo y para ello usa expresiones bíblicas de la Sabiduría (cf. Sab 9, 10-11) con el fin de ser fieles a las inspiraciones divinas. La oración de postcomunión, también es de nueva creación, y pide como don especial el ser confirmados en la verdad y buscar la gloria de Dios en los decretos y constituciones conciliares o sinodales.

Respecto a los textos bíblicos, este formulario usa para la antífona de entrada una cita de la Carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (Col 3, 14-15) que nos recuerde que lo que une a los miembros de la Iglesia es el amor de Dios y la paz de Cristo y esto es lo que debe prevalecer sobre las diferencias y discrepancias que puedan sucederse a lo largo de las sesiones. Para la antífona de comunión no se ha echado mano de ningún versículo bíblico sino un verso del himno “Ubi Caritas” en que nos llama a la unidad en el amor, donde esta Dios.

III. Vida


            Cuando la Iglesia, bien sea la universal bien cualquiera particular, entra en un periodo de concilio o sínodo, el ambiente tiende a enrarecerse, los ánimos a exaltarse, las opiniones vienen y van y la información de los medios no contribuyen demasiado a pacificar el entorno. De ahí que los textos litúrgicos lo primero que hagan sea recordarnos que Dios es el guía, cuida y gobierna al pueblo en última estancia; esto debe llevarnos a afrontar estas situaciones excepcionales en la Iglesia con gran paz y confianza en Él. El Espíritu Santo es quien ilumina a la Iglesia en estos momentos y no va a permitir, como no ha permitido nunca, que su Iglesia sea asediada por ideas peregrinas que van tan en contra del Evangelio como a favor de los criterios del mundo.

            A poco que observemos los textos, nos daremos cuenta de que indirectamente es una misa del Espíritu Santo, pues constantemente las súplicas piden la asistencia de Éste para que con su gracia septiforme ilumine a los padres conciliares y sinodales en sus decisiones de tal manera que en todo agraden a Dios. Los dones demandados para el buen ejercicio del gobierno de la Iglesia son, en concreto, el de inteligencia, sabiduría, verdad y paz. El de inteligencia para que sus conciencias sean iluminadas por la luz de la fe y la revelación; el de sabiduría para discernir lo que es de Dios y lo que es propio de la mundanidad rampante y acechadora desde hace siglos; el don de la verdad que no es otra cosa sino seguir los preceptos evangélicos y el legado de la Tradición apostólica; y el don de la paz que tiene que habitar en el corazón de cada uno de los asistentes para salvar siempre la fe que les une sobre las divergencias de comprensión de fe que les separa. Así pues, los conciliares o sinodales deben ser sumamente dóciles a las inspiraciones divinas para que todo sea según el querer de Dios.


            Pero aunque algunos tengan la responsabilidad del gobierno o de ofrecer consejos oportunos, el resto del pueblo de Dios tenemos también un papel fundamental en estos procesos legislativos tal como nos lo recuerda los textos litúrgicos de esta misa: en primer lugar, nos toca conocer la Verdad y para ello es fundamental saber discernir lo que es de Dios de lo que es producto de la intoxicación mediática. Pero ¿cómo? Conociendo nuestra fe, la fe de la Iglesia recibida en el Bautismo que es la que da gloria y agrada a Dios, fin último del hombre en este mundo y objetivo primero de todo lo que salga del concilio o el sínodo y aquello que no contribuya a esto lo mejor es desecharlo por mucho que pudiera satisfacernos a nosotros.

            A los más de cincuenta años del último concilio habría que preguntarse cuánto de lo anterior se ha dado. Y el mejor momento es ahora que ha pasado un tiempo suficiente donde ya no hay las tensiones posconciliares de entonces. A lo largo de estos cincuenta años, ¿hemos dado gloria a Dios y agradado en todo a nuestro Señor? ¿Qué balance serio hemos hecho? ¿En qué estado se ha encontrado la Iglesia en estos años? El ecumenismo, las vocaciones, la fe de las sociedades y las naciones ¿En qué estado se halla?

            Pero… y las iglesias particulares que han celebrado sus respectivos sínodos o están enfrascados en ellos ¿Cómo lo están llevando a cabo? ¿Qué resultados les esta dando las diversas resoluciones?

Hagamos, pues, balance de todo lo positivo y negativo de estos años para saber, en verdad, en qué punto estamos y adónde queremos ir.

Dios te bendiga



[1] cf. J. Orlandis, Historia de las instituciones de la Iglesia Católica (EUNSA, Pamplona 20052) 76.
[2] Datos sacados de J. Orlandis, 78-85.
[3] Palacio de Letrán, catedral de Roma, sede del Papa.
[4] Lo añado de D. Abadías, Breve historia de los concilios ecuménicos (CPL 2017) 137.
[5] GrH 824; MR1570 [432]

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