sábado, 18 de noviembre de 2017

NO DESPERDICIES TU TALENTO


HOMILÍA DEL XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Queridos hermanos en el Señor:

            Cada vez nos acercamos más al final del año litúrgico y a entrar de nuevo en el Adviento. Y mientras el tiempo va corriendo inexorablemente, las lecturas van acentuando la inminencia de la llegada del Señor al final de los tiempos. Y, por tanto, su mensaje es cada vez más duro y exigente.

            Este domingo está centrado en el trabajo. En concreto con trabajar los dones que hemos recibido de la bondad de Dios para que demos frutos de vida cristiana. Para darnos una enseñanza de la cotidianidad y la perseverancia que supone el trabajo cristiano, el libro de los Proverbios nos presenta el ejemplo de la mujer trabajadora, llena de virtudes por el generoso y esforzado desempeño de su labor en favor de su casa y de los pobres, que encuentran en ella una mano abierta. Con el denuedo de su labor, la mujer (imagen de los cristianos) se acarrea el éxito y la alabanza de todos. En el trabajo cotidiano en las cosas de Dios, se halla la felicidad y la dicha del hombre, como lo ha recordado el salmo responsorial.

            El carácter último y escatológico de este domingo viene reforzado por la carta de san Pablo a los Tesalonicenses donde se nos informa que el día del Señor vendrá de improviso y, por tanto, hemos de estar siempre preparados. Y, precisamente, este es el núcleo del Evangelio de hoy: la vuelta del Señor a cobrar los beneficios de sus empleados.  

            Este pasaje evangélico es meridianamente claro en el mensaje que hoy nos deja: el Señor nos ha dado a cada uno de nosotros un don y una misión a llevar a cabo, según las capacidades y las aptitudes de cada cual. Esta misión (talento) es la de trabajar por la edificación del Reino de Dios en este mundo, en los ambientes en que cada uno se mueve y desarrolla su vida. Este don, al que llamaremos carisma, solo crece en la medida en que se pone a producir, esto es, en la medida en que se ejercen al servicio de la Iglesia y la sociedad; y no se agotan sino cuando por egoísmo nos desentendemos de todo.


            Aquellos empleados de la parábola nos ofrecen dos actitudes: tanto el de cinco talentos como el que tenía dos se pusieron “manos a la obra” y obtuvieron un beneficio que pudieron entregar a su señor cuando llegó. Pero el que solo había recibido uno se llenó de complejos y de escusas vanas y nunca produjo nada con aquello por lo que no tenía nada que devolver al amo. Pero…y nosotros ¿con qué actitud nos identificamos? ¿Somos conscientes de los dones que Dios nos ha concedido? ¿Conocemos nuestra misión en el mundo?

            La tentación está en que muchas veces tomamos la actitud del empleado que solo tenía un talento: llenarnos de “peros”, de escusas, de complejos, de apocamiento para no hacer nada. Y no debe ser así. Todos, absolutamente todos, podemos contribuir a la edificación del Reino de Dios; todos tenemos algo que aportar en el fin de que Dios se conocido y su nombre crezca en el mundo. Nadie puede desentenderse de esta misión porque si no, no entrará en el banquete del Señor.

            Este es el último punto de esta reflexión: aunque el Señor tarde en llegar, se retrase la parusía (venida última de Cristo), Él volverá, al menos, al final de la vida de cada uno. Y allí, en el momento del juicio, Dios nos pedirá cuentas de los beneficios que hemos adquirido con la puesta en circulación de los talentos recibidos y según sean estos o bien pasaremos al banquete del Señor o bien al lugar de las tinieblas donde será el llanto y el rechinar de Dientes.

            Así pues, queridos hermanos, busquemos el ser fieles siempre a Dios y agradecidos por los dones que ha puesto en nosotros, sean muchos o pocos; y la mejor forma de vivir esta actitud es al de trabajar en la edificación del Reino de Dios en este mundo poniendo en juego todo lo que de Él hemos recibido, esperando un día poder entrar en el banquete del Reino de los cielos que hoy se nos anticipa en la Eucaristía. Así sea.

Dios te bendiga

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