miércoles, 7 de marzo de 2018

20. MISA EN UNA REUNION ESPIRITUAL O PASTORAL


MISA PARA UNA REUNIÓN ESPIRITUAL O PASTORAL


I. Misterio

            Estimados lectores, la última misa de esta primera sección de las misas ad diversas está pensada para cualquier situación en que un grupo de cristianos se reúnen para orar, prepara una programación o un retiro o ejercicios espirituales.

            La práctica de alejarnos un día o una temporada de nuestros quehaceres cotidianos para abandonarnos en las manos de Dios es muy antigua en la Iglesia, pero sobre todo, alcanzan carta de ciudadanía con los llamados “Ejercicios Espirituales” de san Ignacio de Loyola, escritos por este en el año 1548, aunque no son propiedad original suya.

En el siglo XII, Guillermo de Saint-Thierry, emplea muchas veces la expresión ejercicios espirituales, contraponiéndola a los ejercicios corporales; para San Bernardo nuestra santificación toda es realmente un ejercicio espiritual.

En la segunda mitad del s. XIII,  San Buenaventura recomienda el ejercicios mental sobre uno mismo, sobre la vanidad del mundo, sobre el cielo, el infierno, purgatorio o la gloria; aconseja la meditación de la Pasión de Jesucristo, el cambio de vida, la huida del pecado, etc.

En el siglo XIV aparece una obra de especial interés, las Meditationes vitae Christi, de Caulis. Los exercitia comprenden la meditación y la contemplación, el examen de conciencia y, en general, el tema central de la oración debe ser la vida de Cristo.

El beato Enrique Suso hace un gran esfuerzo para difundir la devotio, recluida en el convento, a todos los cristianos, enseñando los caminos de perfección. Y ya en el siglo XV, J. Gerson nos ofrece un intento de sistematización de los ejercicios espirituales y aconseja a las personas devotas que hagan estas prácticas bajo la guía de un director que conozca la Sagrada Escritura, que sea piadoso y discreto, que no le falte experiencia.

Antes de pasar al análisis del formulario, prestemos atención a estas palabras de Benedicto XVI: «En una época en la que la influencia de la secularización es cada vez más fuerte y, por otra parte, se nota una necesidad generalizada de encontrar a Dios, no debe faltar la posibilidad de ofrecer espacios de intensa escucha de su Palabra en el silencio y en la oración. Lugares privilegiados para dicha experiencia espiritual son especialmente las casas de ejercicios espirituales a las que, con este fin, hay que sostener materialmente y dotar de personal adecuado».

II. Celebración


Este formulario es de nueva creación. Se compone de dos oraciones colectas, una sobre las ofrendas y una para la poscomunión. Esta misa puede completarse bien con la plegaria primera por diversas necesidades, o bien con el prefacio segundo del Espíritu Santo y la plegaria I, II y III. Está regida por las normas generales para estas misas.

La oración colecta A implora los dones de “inteligencia, de verdad y de paz” para conocer la voluntad divina y así poder cumplirla fielmente. La colecta B hace memoria de la promesa de Jesús de estar siempre con su Iglesia cuando se reuniera en su nombre (cf. Mt 18,20) para actualizarla en el hoy del grupo cristiano que se junta; solo que ahora es una presencia moral que se hace por el amor y la verdad en los corazones de los fieles, concediéndoles los dones de su gracia, misericordia y la paz. La oración sobre las ofrendas es una súplica para poder hacer siempre lo que es justo y necesario ante los ojos de Dios. La oración para después de la comunión anticipa lo que debería ser la conclusión de la jornada de retiro o ejercicios espirituales u oración comunitaria: ser confirmados en lo que la voluntad divina disponga para nosotros y ser testigos de la Verdad conocida en medio del mundo.

Los textos bíblicos seleccionados para este formulario son: para la antífona de entrada, Mt 18, 20 y Col 3, 14-15, en el primero se nos recuerda la promesa hecha por Jesucristo a sus discípulos de estar siempre con ellos, y la segunda nos amonesta a cuidar la paz y el amor como vínculo que une a los miembros de un grupo en concreto. Para la antífona de comunión se ha usado, no un texto bíblico, sino un verso de la tradicional antífona católica “Ubi caritas et amor”.

III. Vida


            Para una mejor comprensión y vivencia de las jornadas comunitarias de oración (sean del tipo que sean y para el fin que se pretenda), es necesario tener en cuenta estos puntos que se desprenden del formulario litúrgico:

Conocer y realizar lo que agrada a Dios: esta debe ser la primera intención y, por consiguiente, el fin de toda plegaria cristiana. Conocer significa profundizar y escrutar, a través de la meditación los designios divinos. Conocer supone entrar descalzo en el corazón de Dios y dejarnos enriquecer con sus divinos tesoros. Solo cuando el orante ha conocido lo que Dios quiere y agrada, puede llevarlo a cabo, realizarlos. Pero esto no es algo que enteramente permanezca a los cristianos, sino que solo es posible en la medida en que Dios concede su gracia y misericordia para ello. La gracia antecede, acompaña y dirige hacia su fin toda obra humana que tiene a Dios por fundamento.

Presencia garantizada de Cristo en medio de su Iglesia: como ya vimos más arriba, en Mt 18,20 Jesús promete hacerse presente siempre que su Iglesia se reuniera para orar o deliberar. Ésta unida a la de Mt 28,20 hace que dudemos de que Jesús está en medio de su pueblo para acompañarlo en los caminos de la historia, para confortarlo y para guiarlo a la tierra de promisión, esto es, la eternidad.

Ser testigos de la Verdad: esta tercera línea es consecuencia de las dos anteriores. Solo cuando hemos escrutado el corazón de Dios y hemos sido asistidos por la presencia del Resucitado, podemos decir que hemos conocido la Verdad del santo evangelio. Ahora, ayudados por la gracia y la fuerza del Espíritu Santo, podemos ser constituidos como testigos de aquella Verdad única y sin parangón de la cual hemos de dar testimonio hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8).

            Al final de estas líneas solo resta animar a todos los cristianos y lectores de este blog a hacer experiencia de silencio y dejar que Dios trabaje en lo profundo de su vida desde lo callado de la gracia. Hay que aprovechar esos momentos especiales que la misericordia divina dispone para nosotros para, en medio de las dificultades, sentirnos confirmados en la Verdad que hemos conocido y de la que debemos dar testimonio en medio de nuestros ambientes y donde desarrollemos cotidianamente la vida.

Dios te bendiga

No hay comentarios:

Publicar un comentario